domingo, 14 de septiembre de 2014

Brote.

Déjenme compartirles, cosa que no hago hace mucho tiempo, un cuentito corto basado en un sueño que tuve el otro día.

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Estoy solo. En este mundo estoy solo. En este mundo no hay nadie, nadie igual a mí.
Soy diferente a los humanos, soy diferente a los ayakashis. Soy diferente.
Y aunque mi nombre, Futaba, esté escrito con un carácter que significa par, yo soy uno solo.  
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Ya había pasado varias décadas desde que Futaba había abiertos los ojos para encontrarse a si mismo perdido en la sociedad humana. Tantos eran ya los años, que Mariko, la exorcista que a la edad de quince lo había convertirlo en su shiki, ya tenía dos hijas. Dos engendros del demonio que siempre burlaban a Futaba por su color de pelo o por la extraña marca que tenía en la cara. Él optaba por ignorarlas, hacer caso omiso de sus palabras. Poco sabía Futaba, que las pequeñas solo lo molestaban para llamar su atención. Sin embargo, para él, aquellas características tan particulares, que lo diferenciaban tanto del resto de los seres vivos, eran un gran peso.  No podía evitar sentirse aislado. Sentirse solo. Abandonado.

Tal vez, lo que lo angustiaba era el no poder recordar nada de lo sucedido antes de despertar. No saber nada de si mismo aparte de su nombre. No saber de dónde venía. Solo saber que no era humano y tampoco un ayakashi.

Y era tal vez por eso, porque siempre estaba tan consciente de aquellas tontas diferencias, que había creado una pared a su alrededor. Una burbuja que no dejaba a las pobres niñas, que solo querían ser sus amigas, acercarse a él.

Todo sucedió demasiado rápido.

Por trabajo, Mariko y compañía tuvieron que viajar a un pequeño y lejano pueblo. Aunque era la primera vez que Futaba estaba a ese lugar, todo le resultaba extrañamente familiar. Un sentimiento de nostalgia, profundo, invadió su pecho apenas puso un pie en el poblado. Esa nueva sensación confundía a Futaba, lo desconcentraba. Y finalmente, fue eso lo que le impidió hacer su trabajo apropiadamente. Cuando Mariko estaba llevando a cabo el exorcismo, Futaba no pudo protegerla. Un pequeño error le costó a la exorcista su brazo. Y aunque Mariko logró deshacerse del ayakashi y completar su trabajo, perdió su futuro como exorcista.

A diferencia de Futaba, que estaba extremadamente afligido, Mariko no parecía estar muy afectada por lo sucedido. Para tranquilizarlo un poco, le comentó que desde que había nacido su segunda hija que tenía pensado abandonar su trabajo. Era consciente del peligro al que se estaba exponiendo y desde hace años que estaba buscando una excusa para cambiar su rubro. "Al ser madre, se tienen otras prioridades" Mariko explicó. Cuidar a sus hijas, esa era la prioridad para Mariko.

Futaba comenzó a temblar. Temblaba porque sabía bien lo que eso significaba. Una exorcista necesitaba de un shiki, pero una madre no. Perder el contrato que lo unía a Mariko significaba perder lo único que lo definía como algo. Ya no sería más un shiki, sería simplemente un Futaba, sin nada.

"Eres Libre." Mariko dejó escapar de sus labios esas pesadas palabras. "Perdón por tenerte atrapado tanto tiempo. Ahora eres libre." Sin notar el pánico que estaba dibujado en el rostro de Futaba, Mariko lo liberó.

No había nada que Futaba pudiera hacer. Luego de agradecerle a Mariko por haberlo cuidado todos esos años, se marchó. Sin saber hacia a dónde dirigirse, Futaba caminaba sin rumbo por las calles de aquel pueblo extrañamente desconocido.

Mientras caminaba, algo llamó su atención. Había algo, en ese pequeño y antiguo templo que llamaba su atención. Una presencia. Algo. Algo que se sentía demasiado familiar. Demasiado parecido a él. Algo. Algo.

Sin pensar, Futaba comenzó a correr hacia ese algo. Corría desesperadamente hacia ese algo. Corría sin tener en cuenta que ya no era más un shiki. Corría sin darse cuenta que estaba entrando a un templo. Corría sin considerar que la presencia de un ser extraño como él no sería bien recibida en un lugar como ese. Corría. Y al final de su carrera, se vio recomenzado. Después de tanto correr, llegó a donde lo esperaba una grata sorpresa.

Envuelta en vendas y talismanes, Futaba encontró a una muchacha dormida, cuyo rostro era igual al suyo. Y aunque el color de su pelo era muy diferente, la marca en su rostro era igual a la suya. Frente a sus ojos se encontraba otro ser igual a él. Sin lugar a duda, ella era igual a él.

"Shion..."

Sin comprender como lo sabía, Futaba llamó el nombre de aquella chica.

"Shion."

Sus ojos se humedecieron. Poco a poco, se acerco a la muchacha dormida.

Por fin, había encontrado alguien igual a él. Ya no estaría solo. Ya no sería solo un Futaba perdido en un mundo sin otros Futabas.

Había encontrado a su par.

Y perdido en la alegría de re-encontrarse con Shion, Futaba había olvidado algo muy importante. Eso que ya había desaparecido de su mente desde el momento que se echo a correr. Y solo lo recordó cuando ya era demasiado tarde. Cuando empezó a sentir que su cuerpo se volvía pesado y sus ojos se cerraban en contra de su voluntad.

De reojo alcanzó a ver la silueta de un sacerdote. Seguramente le había lanzado algún talismán. Seguro que pretendía sellarlo. Ponerlo a dormir. Sin embargo, esto no preocupó a Futaba en lo más mínimo. Solo se quedaría dormido. Dormiría junto a Shion. Juntos esperarían el día en que alguien los despierte.

Juntos.

Y mientras cerraba sus ojos, Futaba deseó aquel día llegará pronto. Lo deseó con tanta fuerza que se convenció a si mismo que no tardaría mucho en llegar, no más de tres generaciones, no más de cincuenta años. Que pasado ese tiempo, habría alguien, algún sacerdote, no importaba quien, pero ese alguien necesitaría el poder de Futaba y Shion. Y ambos despertarían. Y ambos empezarían su nueva vida juntos.

Juntos.


2 comentarios:

  1. >////< Me gusto~~!!! Kawaisou Futaba-san~~ Auqnue por lo menos termino encontrando lo que buscaba ^^ Es una linda historia~

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